Leyes de Murphy

miércoles, 18 de febrero de 2009 0 comentarios

Leyes de Murphy o mas bien cuando todo te sale mal... y no tenías porqué levantarte de la cama.
Siendo las cinco horas cuarenta y cinco minutos del día dieciocho de febrero (léase ayer) sonó el despertador, aun tenía sueño, le puse el snooze y como es mi costumbre me dije "cinco minutos" cerré los ojos, me di la vuelta y volví a taparme. Finalmente la conciencia hace que abras los ojos para empezar las labores del día, así que con gran pereza traté de incorporarme, más hice un movimiento inverso y quedé enredada entre las sábanas colgando de cabeza pero sin llegar a caerme de la cama, sin más tuve que pedirle auxilio a Adrián que ya se encontraba arreglándose para la escuela, apenas me incorporé, me dirigí a la cocina y puse en la estufa agua a calentar, es mi costumbre tomar una taza de café después de bañarme, me refresca y ayuda a terminar de despertar.
Ley número uno – fíjate bien cuando tengas que levantarte de la cama y abre bien los ojos.

El ritual del baño y el embellecimiento terminan en el peinado. Alcancé la secadora de pelo para concluir con mi arreglo, tengo muchos años de llevar el pelo corto y peinarlo abultado al frente, esto lo logro con un poco aire caliente y cepillo redondo; estaba en esta faena, cuando el aire caliente se esfumó y empezó a salir frío y en pequeña cantidad, me percaté que se había quemado la secadora por lo tanto no pude terminar de peinarme, por lo tanto para acicalarme tuve que tomar el viejo cepillo eléctrico y un poco de spray, sin embargo no quedé a gusto con la imagen que el espejo devolvió, el peinado había quedado asimétrico, pero no pudiendo hacer más y viendo que se me hacía tarde para llevar a mi hijo a la escuela, lo deje tal cual y salímos corriendo de la casa.
Ley número dos – busca una forma menos complicada para peinarte.

Pensé en tomar un taxi para llegar más rápido e incluso entrar por la unidad habitacional donde vivo para cortar camino y tardar menos, pero… cual sería mi sorpresa, no me dejaron pasar con el taxi, porque recién se contrató un nuevo servicio de vigilancia y están muy estrictos, no tuve más remedio que acordarme de la mamacita del policía de la puerta y tomar otra calle, obviamente este percance me tomó más tiempo, después de este tropezado empiezo del día dejé en la puerta de la escuela a Adrián a buena hora y me fui a la oficina, lejos estaba de imaginar que aun faltaba mucho mas.
Ley número 3 – procura salir más temprano o evita salir en cambios de servicio de vigilancia.

Finalmente llegué a la oficina alrededor de las siete horas con treinta y cinco minutos de la mañana, poco tiempo después llegó Cynthia, también es un hábito en ella llegar temprano después de llevar a Karis a la primaria, así que muy de mañana, nos tomamos un café, charlamos y después cada quien a su oficina.
Alrededor de las doce del día o una de la tarde, llegó el chico que vende flores, con un hermoso ramo de Rosas para mi, me dio gusto recibirlas, hacía tiempo que mi hija no me regalaba flores, por lo que inmediatamente me preocupé de ponerlas en un jarrón o florero con agua para evitar que se marchitaran, también hice un rápido cálculo y me dije, me llevo la mitad de las rosas a la casa y la otra la dejo aquí en la oficina, así disfrutaré de mis flores en ambos lugares.
Entre a la cocineta de la oficina, no encontrando ningún depósito donde poner mi preciado regalo, me dirigí a los intendentes que se encontraban en la oficina que está a un lado del lugar donde yo me encontraba, pidiéndoles de favor me ayudaran a conseguir algo en que poner mis flores, uno de ellos el mayor de todos es sumamente solicito, se levantó a buscarlo y me lo llevó al escritorio con agua, listo para usarse, sin embargo el tallo de las flores estaba muy largo y se ofreció a cortarlo llevándoselas para arreglarles ese detalle para que quedaran bien presentadas, en cuanto él desapareció de mi vista, mi nuevo "compañero" me llamó la atención corrigiéndome para prescindiera de los servicios de ese intendente en especial, tácitamente "una prohibición" con un gesto y mirada de furia, que no me explico.
Me tomó por sorpresa y sólo alcance a balbucear algo como -no encontré al intendente de nosotros- a manera de justificación. Nunca en mi vida se me había prohibido hablar con alguien, en fin, no quiero tomar importancia a una situación que en verdad no la tiene y que lo mejor es pasar por alto.
Ley número cuatro.- Procura recibir flores de plástico y nunca vuelvas a recibir flores frescas.

Todavía encontrándome en la oficina, llegó Adrián de la escuela, no me percaté del rictus de dolor que traía, hasta que me comentó –mamá, en la escuela me machuqué un dedo y hasta sangre me salió-, mostrándome la mano que se había lastimado. Me preocupé pero no podía hacer nada por el momento, afortunadamente sólo fue un machucón que no pasó a mayores, pero se sumaba a la cadena de calamidades del transcurso del día.
Ley número cinco.- Manda a tus hijos con guantes de hierro a la escuela.

Llegó la tan ansiada hora de salida, después de haber trabajado en forma extenuante ( mi jefe me indicó que debía sacarle punta a los lápices, aunque por supuesto siendo tan eficiente como lo soy, los acomodé incluso por tamaños después de haber hecho mi tarea lo mejor posible), me fui a casa, le hice de comer a mis hijos, comentamos los sucesos de mi agitada mañana, nos reímos a carcajadas y como Miguel está pintando la casa, en específico el día de ayer mi recámara, no tuve paso a mi computadora para entrar al Internet, cuando terminó, todo estaba tan revuelto que me llevó horas volver a acomodar lo que en pocos minutos el había desacomodado, por supuesto no sin antes tener otro lance por demás gracioso. Miguel me pidió ayuda para acomodar unas cajas en la parte baja del clóset, porque Adrián no lo podía auxiliar pues le dolía el dedo machucado, así que me dirigí a la habitación y empecé a decirle –está caja aquí, ahora jala la otra que está allá y ponla a un lado de ésta, la maleta debes de acomodarla en la esquina- en eso voltea mi hijo y me dice -¡mamá! ¡Te dije que me ayudarás, no que sólo me dirigieras!. Ambos soltamos la carcajada, aparentemente la ayuda prestada consistió en darle instrucciones, moviendo el dedo índice de la mano derecha.
Ley número seis.- Para arreglar un clóset, hay que buscar la ayuda de los hijos para dirigirlos correctamente.

Viendo que el día se había convertido en un total caos, me senté mejor a ver un rato la televisión, cosa que no hago frecuentemente y por lo tanto me quedé dormida, como no es costumbre dormir en el sillón, me despertó un tremendo dolor en el cuello, no podía ni voltear porque me dolía por la incómoda posición en la que me había quedado, otra más para la colección del día.
Ley número siete.- Busca la cama para ver la televisión o en su defecto, no veas tele.

Como por la mañana se había quemado la secadora de pelo y teniendo la necesidad de utilizarla decidí pasar al supermercado a comprar una para suplir la que ya había tirado a la basura, tomé un carrito, caminé por los pasillos tomando leche, pan, comida en lata para Salma, carne y verduras para la comida del jueves y viernes, y pasé al departamento de farmacia para comprar algo para curar a Adrián, como estaba tan absorta buscando los medicamentos que necesitaba, tome el primer carrito que tuve a la mano sin verificar que fuera el que yo estaba utilizando, al dirigirme a electrodomésticos encontré en oferta tapetes para la entrada a un excelente precio, por lo que no pude resistir y tomé uno, cuando busqué el carrito para depositar mi compra, no lo encontré, en su sitio estaba uno cargado con cotonetes y bolsas de algodón, supongo que lo estaba utilizando alguno de los empleados de farmacia para acomodar la mercancía y que yo tomé sin darme cuenta, por lo que con más pena que risa, le pedí a Adriancito fuera a recoger el nuestro y dejará el que yo tomé equivocado. Pero para no variar las peripecias del día, las secadoras de pelo estaban agotadas, tuve que dejar toda la mercancía y recurrir a otra tienda de autoservicio que se localiza calles adelante, afortunadamente ahí si encontré lo que andaba buscando. Por último regresé a casa, con todos los deseos del mundo de que el día de ayer me hubiera abducido un marciano.
Ley número ocho.- Encomiéndate a Dios todos los días ANTES DE LEVANTARTE!

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

©Copyright 2011 xlv | TNB