Globalización explicada...

miércoles, 4 de febrero de 2009 0 comentarios

Como en los cuentos de Hadas, había una vez en un pueblo, dos hombres que se llamaban Joaquín González. Uno era sacerdote y el otro era taxista.
Quiere el destino que los dos mueran el mismo día. Y llegan al cielo, donde les espera San Pedro, que le pregunta al primero que se presenta: - ¿Tu nombre? - Joaquín González - ¿Sacerdote? - a lo que éste responde - No, no; yo soy el taxista -, San Pedro consulta su planilla y dice: - Bueno, te has ganado el Paraíso. Te corresponden estas túnicas de seda con hilo de oro y esta vara de oro con incrustaciones de rubíes. Puedes pasar. - Gracias, gracias… contesta nuestro personaje.

Pasan dos personas más y luego le toca el turno al otro Joaquín, quien había presenciado la entrada de su paisano. - ¿Tu nombre? - Joaquín González. - ¿El sacerdote, verdad? - Sí. - Muy bien hijo mío. Te has ganado el Paraíso. - Te corresponde esta bata de poliéster y esta vara de plástico. El sacerdote, muy sorprendido, le dice: - Perdón, no es por presumir, pero… debe haber un error. - ¡Yo soy Joaquín González, el sacerdote!!! - Sí hijo mío, te has ganado el Paraíso, te corresponde la bata de… - No, no puede ser! Yo conozco al otro señor, era un taxista, vivía en mi pueblo y, ¡era un desastre como taxista! Se subía a las aceras, chocaba todos los días. Una vez se estrelló contra una casa, conducía muy mal, tiraba los postes de alumbrado, se llevaba todo por delante. ¡Y yo que me pasé cincuenta años de mi vida predicando todos los domingos en la parroquia! Cómo puede ser que a él le toque una túnica con hilo de oro y vara de platino y a mi esto? ¡Debe haber un error! -
No, no es ningún error - dice San Pedro. Lo que pasa es que aquí al cielo ha llegado la globalización con sus nuevos enfoques administrativos. Nosotros ya no hacemos las evaluaciones como antes. - Cómo? No entiendo… - Mira, ahora nos manejamos por objetivos y resultados. Te voy a explicar tu caso y lo entenderás enseguida: Durante los últimos cincuenta años, cada vez que tú predicabas, la gente se dormía; pero cada vez que el taxista conducía la gente rezaba y se acordaba de Dios. Entonces, ¿quien vendía más nuestros servicios?... Nos interesan los resultados hijo mío.
¡ RE - SUL - TA – DOS !

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