El períodico

domingo, 31 de agosto de 2008 0 comentarios


Hoy haciendo un poco de memoria y leyendo on-line “El Universal”, yo lo leo desde que aprendí a hacerlo, hace tanto tiempo que no recuerdo cuándo y como llegó a mi un ejemplar de este diario, supongo que en la casa, mi abuelita, mi mamá o alguno de mis tíos lo compraba así pues vienen a mi mente los recuerdos, una revista, un periódico o un libro no sólo sirve para informarnos del mundo en que vivimos.

Mi madre había enviudado desde que éramos niñas, mi hermana tenía ocho años, yo tres y mi hermano menor un año, cuando mi padre falleció en un accidente de transito en la carretera libre México-Pachuca; así que crecimos al amparo y protección de mi abuela materna, en lo que mi madre trabajaba para sostenernos.

Como ya saben que el tiempo vuela, no paso mucho tiempo para que llegara la juventud y dada la difícil situación económica por la que atravesábamos no tuvimos más remedio que salir de la escuela y enfrentarnos al mundo y a la realidad, tanto por necesidad, como porque no sabíamos que las mujeres podíamos llegar a ser profesionistas, la verdad debo confesar mi ignorancia en cuanto al conocimiento de carreras profesionales, la verdad yo pensaba que lo mejor y lo máximo en mi tiempo era ser Secretaria Ejecutiva y digo Ejecutiva porque son las que están a nivel de alta dirección, y no por menospreciar a una secretaria, yo lo soy y me siento muy orgullosa de ello, sino porque mi ignorancia en ese entonces era mayor, tal vez y sólo tal vez hubiera sido diferente mi vida si yo hubiera estudiado una licenciatura.

Así que no habiendo más recursos, ni una adecuada orientación para encausar el futuro de nuestras vida mi hermana y yo nos vimos en la necesidad de buscar trabajo, para ayudar al sostén de nuestras propias necesidades, puesto que ambas estábamos concientes en que no podíamos exigir a nuestra madre, de manera alguna los pequeños detalles que hacen de una joven mujer, verse y sentirse bien ante si misma y ante el mundo que está por explorar, como son la ropa juvenil y de moda, los maquillajes apropiados y los pequeños lujos inherentes a esa edad, un perfume de delicado aroma o una hermosa alhaja de bisutería, aunque a decir verdad mi mamá siempre estuvo al pendiente y nunca nos dejó andar mal vestidas o faltas de calzado, pero a veces a una se le antojaba algún vestido de esos que para mamá eran impagables.

Habiendo negociado previamente con nuestra madre la forma y fin que teníamos para ponernos a trabajar, obtuvimos de su parte el ansiado permiso, sin condición alguna, pero lo la certeza de que ella siempre estaría apoyándonos en todas y cada una de nuestras decisiones; que inmenso favor nos hizo con esto, pues aprendimos a ser independientes económicamente a corta edad.

No teniendo la mas mínima idea de cómo y dónde empezar a buscar trabajo, a alguna de nosotras se nos ocurrió comprar un ejemplar de “El Universal”, y que buscar en el “Aviso de Ocasión”, en la sección de “Empleos”, algún lugar que nos conviniera de acuerdo a nuestra edad y conocimientos para trabajar; y dada la escasa escolaridad que teníamos pero la belleza que proporciona la juventud, que aunque este mal decirlo en aquel entonces nos sobraba tanto a mi hermana como a mi, empezamos a buscar empleo como recepcionistas en una empresa de renombre.

Así fue como comprábamos diariamente el ejemplar del día de este diario y lo leíamos con avidez, buscando entre los avisos publicados un lugar donde empezar a trabajar, pero, no sólo buscamos empleo, encontramos algo más…

Como esta idea del “trabajo” era entre mi hermana y yo, durante largo tiempo y muy temprano después de comprar el periódico nos dirigíamos al restaurante “Vips” de la Avenida Insurgentes Norte, también conocido como “Vips de Ferrocarriles”, pues ahí se encontraba la estación del Ferrocarril, que en aquellos años todavía funcionaba y daba servicio a muchas personas humildes que tenían la necesidad de viajar, pues el costo que tenía era no sólo muy razonable sino tal vez hasta económico, como dato curioso hace tiempo desaparecieron los ferrocarriles y hoy son sólo fantasmas en la historia de nuestro México contemporáneo, pero eso es cuestión de otro escrito.

Así que, retomando la anécdota, tomábamos en nuestras manos el ejemplar referido, ordenábamos sendas tazas llenas de café negro, nos relajábamos al mismo tiempo que sacábamos el paquete de cigarrillos y lápices para ir señalando los anuncios que más nos convenían y llamaban nuestra atención, eso si, siempre con deseos inmensos de encontrar ese mismo día el trabajo de nuestros “sueños” que nos permitiera “salir de pobres”.

No tardaban en llegar los cafés ordenados, siempre delante de unas manos solicitas y una encantadora sonrisa de la mesera que ya nos conocía bien, así pues explorábamos los anuncios correspondientes a “Empleos”, tratando de seleccionar los mejores y los que se adecuaban a nuestros deseos, así que según veíamos, algunos quedaban muy retirados de nuestro domicilio, en otros no cumplíamos con los requisitos, otros más el salario que ofrecían era escaso, en varios más el horario era demasiado largo, en fin, no había nada que satisficiera nuestros deseos, y esta lectura diaria de busca de empleo duró mucho tiempo.

Pero entre aviso y aviso, la comunicación entre nosotras dos iba en aumento, así pues, leyendo las diferentes secciones que integran el periódico; en la sección “El Mundo”, con nuestras revolucionarias ideas lo cambiamos muchas veces, siempre mejorándolo desde nuestro punto de vista, en sección “La ciudad” arreglamos la política mexicana de aquellos años, no comprendiendo aún lo que era la “represión”, “guerra sucia”, “halconazo”, etc., tal vez al cobijo de la sección de “sociales” dibujamos en nuestras mentes al hombre ideal, con aquellos hombres exitosos que aparecían retratados, también la casa de nuestros sueños con esas lujosas manciones que aparecían en los artículos destacados en recepciones y banquetes de las personalidades de la época, también delineamos en nuestras mentes los hijos deseados, leyendo la sección “Salud”, y al pasar por “Espectáculos” nos figuramos nos serían presentados los artistas de la época y entre comentario y comentario, tazas de café y humo de cigarrillos… nos conocimos mejor.

Finalmente a través de las páginas de “El Universal”, no encontré empleo, éste llegó por otros medios y circunstancias, y mucho tiempo después, pero si tuve la gran fortuna de encontrar una hermana ejemplar, con la que puedo platicar amplia y extensamente de cualquier tema, sin temor de ser juzgada equivocadamente, la que siempre ha estado al pendiente de mi y que es mi mejor amiga, mi cómplice, mi compañera, mi paño de lágrimas, la que me aconseja, me atiende y escucha.

Así pues al cobijo del pretexto de “buscar trabajo” encontré al ser humano fino y delicado que es mi hermana.

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