La Carreta...

jueves, 4 de septiembre de 2008 0 comentarios

Algunas veces siento que el desánimo se apodera de mi, que la lucha diaria en la vida es muy difícil y cuando estoy a punto de darme a la derrota o la depresión, saco del baúl de los recuerdos el escrito que mi madre hizo cuando enviudo, el cual fue ganador de un pequeño premio en una revista de circulación nacional, que ahora ya no se edita, se llamaba “Confidencias”, pero persiste el original que ahora es necesario sacar a flote para no darme por vencida, leámoslo juntos.
¿Bueno? ¿Sí? ¿De dónde?Aquella guapa mujer contestaba cortésmente el llamado telefónico mientras anotaba solícita en su libreta el pedido de un cliente. Y he dicho guapa porque a pesar de su edad madura todavía conservaba los rasgos delicados y atractivos de una belleza que años atrás debió ser seductora.El ajetreo oficinesco era el mismo de todos los días; Señorita Gloria por aquí, señorita Gloria por allá; anote usted la producción, reciba este pedido, pague a los empleados, etc.
De este modo transcurrían las horas de trabajo en la empresa donde prestaba sus servicios.Sin embargo, nadie hubiera supuesto, al verla tan diligente y atenta, que aquella mujer había realizado la proeza más grande de su vida al asumir un cargo que estaba lejos de merecer, no por sus méritos, ya que cumplía ampliamente su cometido, sino porque el trabajo era superior a sus conocimientos y en el desempeño del mismo fue superándose sin que nadie se diera cuenta.
Algunos años antes había recorrido las oficinas de muchas empresas en busca del empleo que tanto necesitaba y sus esperanzas de conseguirlo siempre se habían visto frustradas.
Los requisitos para obtener un puesto eran en extremo rigurosos: Límite de edad: 30 años, indispensable ser soletera, estudios mínimos: secundaria y escuela comercial.Recordaba con tristeza y dolor a la vez, aquella tarde en que le hicieron una prueba de mecanografía en un bufete de abogados. La habían instalado al frente de una máquina eléctrica, la cual desconocía, y se había quedado anonadada.
No encontraba las teclas ni podía mover el “carro” y hasta tartamudeo al responder verbalmente las preguntas que le hicieron. La despidieron sin ninguna cortesía.
Como ésta, muchas veces regresó a su casa desconsolada y triste por no haber logrado el trabajo que tanto necesitaba.
Llegó hasta formarse un complejo de incapacidad.- No puedo ni podré nunca- se repetía desesperada.
Y de sus lindos ojos brotaban las lágrimas a raudales, como aquella vez en que recibió la fatal noticia del fallecimiento de su esposo, que, habiendo perdido la vida en un accidente, la dejó en el más completo desamparo con tres niños tan pequeños que no se daban cuenta de su destino.¿Límite de edad? ¿Acaso una madre que debe luchar honradamente por su supervivencia y la de sus hijos debe tener determinados años? ¿Determinados conocimientos?Mil veces se había preguntado lo mismo.
Y aunque no se confesaba que había justa razón en esas exigencias por parte de los contratantes patronos, se justificaba a sí misma con el pretexto de su imperiosa necesidad.
Cierta vez, en su desesperación, le vino a la memoria un cuadro excepcional que viera en una oficina y que le había impresionado bastante.
El cuadro representaba una carreta que iba cuesta arriba impulsada por varios hombres que desarrollaban un gran esfuerzo, mientras otras personas, más audaces o inteligentes, viajaban sobre la misma carreta.El pintor quizá quiso darle a su obra un significado distinto al que ella imaginó, pero.. en su imaginación calenturienta y desesperada halló un consejo en esa representación.
En la calma de su modesto hogar reflexionó aplicándose ese consejo podría sacar ventaja de su ignorancia.-Mira Gloria- se dijo haz de cuenta que la carreta es la vida.
El camino cuesta arriba los obstáculos. Los que viajan sobre ella son los que supieron subirse y … los que empujan, los que por ignorancia o indolencia tuvieron miedo alguna vez de que la carreta retrocediera fatal y trágicamente por la pendiente y se estrellara. ¿En qué lugar de la carreta te gustaría viajar?-¡Arriba, por supuesto!--Pero ¿cómo?--¡Piénsalo y decídete!- se contestó en su monólogo.
Aquella tarde, cuando fue a solicitar un empleo, la nerviosidad hacía presa de ella.
Las piernas le temblaban. Tuvo que sujetarse del escritorio del gerente para no caer.Súbitamente pensó en La Carreta y como por arte de magia se serenó para contestar atinadamente las preguntas que se le hacían y para expresa en el momento oportuno el sueldo a que aspiraba:-¡Quiero un sueldo inicial de $900.00 señor!--Muy bien. Empieza mañana.-Una vez que traspuso la puerta sintió como su corazón recuperó su ritmo.
El alma le había vuelto al cuerpo. Su conciencia le habló entonces.-Gloria, mañana empiezas ¿te das cuenta? No te preguntaron tu edad, ni tus conocimientos, ni tu estado civil. No fueron tan exigentes. Aprovéchate. ¿En dónde quieres viajar? Escoge. Ahora todo depende de ti.-
Al principio la carreta parecía resquebrajarse. El rechinido de sus ruedas amenazaba el desastre. No entendía nada de nada. Tal parecía que dos y dos eran problemas de álgebra superior.
Pero se sobrepuso. Trató por todos los medios de ser útil en un y otra forma. Tuvo excesivo celo en observar puntualidad y comportamiento. Su amabilidad le granjeó muchas simpatías. Entonces preguntó aquí y allá, estudió por las noches. Implantó sistemas tan fáciles que sólo ella podía comprender y simplificó procedimientos que hicieron que los jefes se fijaran con interés en ella.
Poco a poco fue ascendiendo hasta que le confiaron responsabilidades de administración.
De esta manera había puesto un impedimento en la parte posterior de las ruedas de la carreta para evitar que rodara cuesta abajo y mientras tomaba fuerzas para impulsarla hacia arriba.Se preparaba con ahínco.
Uno, dos, tres, arriba… no podía desmayar. Necesitaba fuerzas de Hércules para empujar la carreta en su ascenso.Estudiaba de noche y cuando el sueño la dominaba y quedaba de bruces sobre sus libros y apuntes el subconsciente le decía burlón:-¿vas a empujar siempre la carreta? ¿No tienes miedo de que ruede al abismo?--¡No!- despertaba sobresaltada, quiero viajar arriba y seguro.Y volvía a repasar sus lecciones.
Gramática, taquigrafía, principios de contabilidad, redacción, etc., debía adquirir conocimientos para alcanzar la superación, y sabedora del triunfo que premia a los esforzados, se afanaba en el estudio.
Absorta en su sistema de estudio se olvidó de su propio dolor. Estaba tan ocupada que no cabían en su cabeza complicaciones sentimentales, económicas ni sociales.
Varias veces surgieron en su cerebro los recuerdos de un pasado hermoso y risueño; cuando sólo extendía la mano para pedirle dinero a su esposo y éste sonriente y comprensivo se lo daba. Ahora, mirando como una boba en el vació sus labios murmuraban:-¡Díos mío, cuanto trabajo da ganarlo!-Si tu supieras mi vida, platicaba imaginariamente con su esposo que antes, cuando tu vivías y trabajabas, y estudiabas horas y horas, no te comprendía. Inquietos pajaritos sin disciplina revoloteaban en mi cabeza. Creía que la vida era un edén. Ahora mi cabeza tiene unas cavernas tan grandes que podrían morarlas dragones. Los sueños fantasiosos me han abandonado y he puesto los pies en la tierra. Pero, las cavernas, ¿cómo podría llenarlas?-Con confianza, mucha voluntad y fe en toneladas--Toneladas! ¿Y cómo traer toneladas?--¡Transportadas.-Transportar, cargar, descargar … Ay, me he olvidado de La Carreta.
Debo tener presente que “para viajar cómodamente en ella” hay que hacer todo lo posible para estar bien preparada y no violar nunca el honor con la mentira o el fraude y tratar de cumplir siempre con las responsabilidades que se han contraído.
Cuidar con mucho celo la virtud y mantener la honradez y limpieza del cuerpo y la mente.
Vigilar los hábitos y modificar costumbres nocivas.
Trabajar con ahínco y defender los derechos de los demás…Si la derrota, lejos de amilanarnos nos inspira para alcanzar el éxito, debe tenerse valor para enfrentarse al peligro a despecho del temor.
Trabajar con una fe ilimitada en la prosperidad y el triunfo.
Hacer lo máximo para que nuestro mundo sea mejor para vivir a gusto en él .
Así, un cuadro, de un pintor desconocido, que adorna una oficina, ayudó a una mujer desesperada a encontrarse a sí misma.
FIN.

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